
Parte 11: El Caribe
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Junto con la cooperativa y Marleen, Steve y yo partimos para nuestra última semana. Anhelamos la playa, la paz y la convivencia. De ahí la decisión de subir al ferry, subir al autobús y bajar cerca de la playa.
Aterrizamos en Santa Fe. ¡Guau! ¡Qué decisión tan maravillosa! Claro, como en todas partes, somos los únicos turistas. Nos dicen que aquí los europeos tienen terrenos y/o casas. Antes de la crisis, Venezuela era un destino muy popular. No solo para viajar. También para vivir.
Aquí en Santa Fe, a menudo encontramos la alegría de vivir. En el mercado, todos quieren hablar con nosotros. Nos sumergimos en nuestra forma de viajar.


El alojamiento de la planta baja se encuentra directamente sobre el Mar Caribe. Es ideal no solo para nadar, sino también para avistar delfines a diario. Desde Santa Fe, se pueden realizar maravillosas excursiones para hacer snorkel, nadar y visitar el parque nacional de la isla vecina. Nuestro anfitrión, Ángel, nos impresionó. Todas las mañanas, este joven de 27 años recoge incansablemente la basura de la playa con su padre, que tiene más de 80 años. Comparte wifi con los niños, está comprometido con el ecoturismo y tiene grandes visiones. Le dimos la esperanza de que la gente quiera volver a viajar a Venezuela. Y es un maravilloso ejemplo de cómo se puede trabajar de la mano con el medio ambiente. Si así se desea.
Después de unos días, cocos frescos cada día, visitas al mercado y refrescarnos en el mar, no sólo hemos llegado de vacaciones, sino que también tomamos un cóctel especialmente creado en el chiringuito vecino.
Después de 6 días, viajamos de regreso a Caracas para encontrarnos nuevamente con Rodolfo, nuestro anfitrión de couchsurfing, y pasar más tiempo juntos.
Kristin y Katharina nos acompañan.
Los dos, junto con David y Lucas, vivieron una experiencia diferente la semana pasada. En Macuro, no solo hubo un corte de luz diario durante una semana, sino que también se acabó el combustible, lo que impidió que el ferry funcionara. Con mucha suerte y paciencia, finalmente encontraron un barco pesquero que podía llevarlos a los cuatro.
Pasamos nuestro último día en Caracas comprando delicioso café venezolano para amigos y familiares y celebrando el cumpleaños de Kristin con un pequeño picnic y una última taza de chocolate caliente en el Sitio Patrimonio de la Humanidad, la Universidad de Caracas, entre los cantos de hermosos loros.
Venezuela nos ha enseñado muchísimo, nos ha compartido tanto y nos ha traído tanta alegría. Estamos increíblemente agradecidos y ahora esperamos con ansias ver a nuestros seres queridos en casa.